Lento

•marzo 4, 2019 • Deja un comentario

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Desearía saber cómo moverme más lento, como besar fuerte y no quedarme sin aire. Como ser honesto con cada momento como si fuera mi propio amante.

Una reconciliación con mi propia transpiración, mi propia piel. Desearía saber cómo amarme cuando nadie está mirando.

Sin antídotos ni presiones. El conformismo como bandera. Entender que soy lo mejor que me paso en la vida, y vos no más que un hermoso regalo.

Necesito tomar más agua. Quizás eso es lo que siempre necesité hacer.

Tomar más agua. Besarte. Ofrecerme a ir al chino. Desearía ser el más lento revolucionario.

 

Camino cero

•marzo 3, 2019 • Deja un comentario

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Y llegaste. Primero nada, como siempre. Impensable es una palabra de rutina. Soy lo que miro y no importa. Tengo hambre de burbujas y canciones. Hambre, sed, ganas de todo. Y nada. Contradecirse es el principio de existir. Desencontrarse.

Y fue. Algo. No sé muy bien que fue. Algo aquí, allá, algo. El principio inesperado de empezar sin una idea. Rodar por la montaña sin sentido. Encontrarse a media vía.

Y te vas. Y yo me quedo pensando que no quiero estar solo un rato más. No de nuevo en este mundo de evidencias. Y entonces deshago mis planes y voy tras de ti. En el camino que busco. A donde te encuentres voy por ti. Una vez más. Y nada, quería que sepas. Pasó.

Me hiciste muy bien.

 

Lala

•octubre 5, 2008 • 4 comentarios

Bueno… hoy es domingo estoy al pedo asi que voy a actualizar la pagina. Lo que sigue es un cuento que escribi hace un rato largo ya, es un poco personal y es de lo poco que tengo que se puede ajustar a un blog asi que ahi les va. Espero que les guste y comenten si leen.

 

“Cuando por alguna razón terminaba deambulando en la zona céntrica, al volver por Rivadavia, siempre, y digo siempre, era la misma imagen:
Un gran edificio, rodeado por otros dos aun más imponentes. Con un hall oscuro donde podría suponerse cualquier cosa detrás, y delante de este una gran escalera de mármol…
Y aunque sabia que nadie nunca lo notaba, sentado en esa escalera, siempre había un hombre, o había una mujer, siempre diferentes, siempre con la mirada perdida, hechos capullo, escondiéndose… como sintiendo su vergüenza parte del paisaje urbano… sentados sin la esperanza de algo que los saque de ahí.
Esos sujetos despertaban mi curiosidad cada día, pero se perdían en esa nube de cosas mas tangibles a veces antes de siquiera cruzar Luro.
Creo, inconscientemente, fui alejándome de esa escalera… de ese hall. Y vaya a saber uno de cuantas cosas mas me alejé en tan poco tiempo.
Y es que uno le carga el peso a su propia mochila, y de tanto querer llevar todo conmigo… mis días terminaron siendo dominados por un bendito reloj.
Tic tac para volver al mundo. Tic tac para comer. Tic tac para el placer. Tic tac para mirar el celular aunque estos ya no vengan con ese ruidito tan básico, tic tac… tic tac… esa era la idea… sentir el Tic tac al unísono con los latidos del corazón.
Quizás era la falta de sueño, o quizás simplemente era lo que soñaba. Lo único que se es que cada día me resultaba más complicado dormir.
Un día, no recuerdo, pero seguro llovía… Un día llego el gris. Llego la melancolía de lo que nunca va a pasar. Días largos… años cortos, las lágrimas impertinentes, las peores, esas que son sin sentido.
Una voz dentro de mí gritaba “Basta”… y yo, impertinente como siempre… seguía… cansado.
Hasta que un día, un amigo de un amigo me recomendó una psicoanalista de apodo Lala, y aunque nunca pensé que alguien a quien llamen así pudiera ser de ayuda, anoté la dirección.
Fui ese mediodía y leí un cartel sobre el timbre. “3B Salí a comer. Vuelvo en 15”.
Esperé, estaba agotado así que me senté al pie de la escalera, pero mi cabeza todavía corría su curso infernal… y caí, una vez mas caí…
Quería convencerla de que ya un día no podía ser tan parecido al anterior, que memorias manchadas son eso… memorias.
Desesperé.
Lamentaba haber muerto sin nunca haber sido yo, peor, sin siquiera haber muerto aun.
Y mientras tanto te pedía perdón, amor… perdón por seguir buscando, buscando porque vos ya estabas ahí, donde te encuentro.
Y si el único camino era la única opción, al menos pedía una última voluntad… una ultima voluntad… que el corazón se pierda, como la mirada… jugar a la mancha en el patio…solo una vez más…
Todo lo contrario, volví. Me atrajo el mármol.
¡¿Como pude ser tan entupido?!
Siempre observé desde la vereda de enfrente y no me percaté, siempre me pierdo los detalles. Sucedía que estaba sentado ahí… al pie de ese edificio.
Y un auto cruzo mi vista, y un hombre desde adentro me miraba… yo sabía exactamente lo que pensaba.
Y sentí la vergüenza de estar estático, de complicar lo primitivo y simple, como bola de nieve arrastrando momentos. Te busqué… ahora si te busqué amor… Sabia que dormías. Solo pensé en despertarme entre tus sueños, y armar capaz, sin querer, los míos…
Intenté frenar el auto. Quise explicarle lo que pasaba. Quise sacarle de su mirada esa indiferencia que yo sentía cada vez que cruzaba por este edificio. Intente cruzar el abismo, saltar su mente y ver sus otros ojos… quise que entienda…
No pude, aceleró y se fue.
No me preocupó, sabia que tarde o temprano iba a terminar sentada acá.
Me vi parado en medio de la calle, exhausto. Sentí las bocinas de los autos a los que yo no les importaba, ellos querían seguir con lo suyo. Y por primera vez en mi vida… reí de mi mismo.
Tenia hambre, fui al café de la esquina que hacen buenos tostados.
Esta chica Lala realmente hace un buen trabajo.”

Levanté la mano derecha

•junio 26, 2008 • 13 comentarios

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Bueno gente… ante mi falta de ganas de volver a la escritura, les dejo aca una historia que escribio mi amigo Alejo que a pesar de su tamaño realmente vale la pena leer. Y comenten a ver si en una de esas regresamos. Un abrazo

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«12hs. Levanté la mano derecha, y subí al 555…estaba casi lleno, estaba cansado, me quería sentar. Miro al fondo y quedaban tres asientos, me senté del lado de la ventana, al lado del timbre, total si me dormía estiraba la mano hasta él.

En un par de paradas sube una rubia platinada, con anteojos enormes, campera blanca y calzas negras, hermosa, como recién salida del Spá de Jessica Cirio, de unos 30 años.

La miro, me mira…va, creo que me miro no se, es el problema de los lentes polarizados. Sonrió, tampoco sé si ya estaba sonriendo o lo hizo por mí, pero se sentó al lado mío. Yo seguí mirando por la ventana. Ella miraba mi ventana, sentía que me miraba a mí. Yo no iba a decirle nada, seguí en mi mundo…

En alguna otra parada sube un hombre, unos años mayor que yo, y por lo tanto más cerca de tener la edad de esta mujer. Pelo corto y lentes, la miró…ella también lo hizo. Se sentó al lado de ella. Me ofendí mucho, como podía hacer algo así enfrente mío…

Sentí que empezaba la competencia. Ella se puso a mirar por la otra ventana, la de la izquierda, estaba seguro que no lo estaba mirando a él, no era su tipo.

El hombre le sonreía como si creyera tener un mundo para ella. Me comencé a preocupar, la estaba perdiendo, movía mi pierna izquierda solo para empujar la de ella y que mire a mi costado, y lo hacía. El hombre hizo sonar su celular y comenzó a hablar de negocios, decía frases inconexas, pero captaba su atención. Yo movía la cabeza rápidamente para mi ventana, como si algo pasara afuera e incomodarla. Me masajeaba el muslo izquierdo como si recién saliera de jugar un partido, un joven deportista como yo debía ganarle a este jeronte cuya segunda década llegaba al ocaso.

Subió un hombre con sida, obviamente tanto él como yo compramos las estampitas solidarizándonos con el pobre tipo a ver si a ella le gustaba. Pensé un plan. Escribí en la estampa mi nombre y mi número y a la cuenta de tres le iba a tirar la estampa entre sus pies. Cuando ella me la daba le decía que se la regalaba. Me sentí orgulloso de mi plan y por un momento me enamore de mí, de mi genialidad.

Uno, dos, tres, cerré los ojos y la tire. Cuando los abrí vi algo extraño. Las estampas de La virgen de Lujan no era una sino dos. La mujer me la devolvió desconcertada. Cuando la mire me indigne: “Lucas 155678802, llamame princesa”.

Mujeres hermosas se empezaban a subir, y nos seducían, pero teníamos ojos solo para ella.

La situación se puso cada vez más intensa.  Comencé a cantar un tema de Luis Miguel casi a los gritos, no recordaba como seguía el tema, Lucas lo siguió con oficio, y se hizo el jopo de Luis, le salía igual. Esto ya no me gustaba nada, este inadaptado quería sacarme mi mujer, viniendo de la nada…

Realmente no se me ocurría nada, tenia tanto para darle y no sabía cómo, tenía que darme a conocer de alguna manera, ya tenía menos de 15 minutos, mi parada se acercaba, y si ella bajaba antes? Yo sabía que Lucas se iba a quedar todo el tiempo que fuera necesario, pensaba igual que yo,  era la mujer perfecta.

Se le acerco un amigo al hombre, y empezaron a hablar, el subió la voz a propósito. Decía ser ingeniero. Me puse melancólico, yo era apenas un vago estudiante, el era mejor, solo tenía que intentar que ella no se diera cuenta…

Todo sigue igual, un vago me advirtió, siempre tiene prioridad la que te diga que no. Me dijo también algo así como “esta nuez para vos”, no le entendí. Ya todos opinaban. El colectivero andaba más lento que de costumbre, solo para ver como terminaba esta novela del mediodía.

Le hable a ella, del frío que hacía, que estúpido! Estaba perdiendo originalidad, necesitaba imaginación, que superficial que fui, cuantos hombres le habrán dicho lo mismo??? Si hace más de dos semanas que sale abrigada…

El hombre seguía hablando con el amigo, le pregunto si tenía su número, le respondió que sí pero igual dijo su número al menos tres veces, los pasajeros ya le pedían por favor que callara…

La mujer ya se sentía muy incómoda, pero algo le gustaba, ya había asientos libres más adelante, se hubiera cambiado…

Le sonreí nuevamente, como si conociera el secreto del universo y se lo estuviera por decir, ella estaba expectante mirándome con los ojos almidonados, mientras el hombre le empujaba el hombro y la pateaba con la pierna derecha. Era el momento ideal, me mordía los labios, la miraba con sexualidad. Le toque la pierna, se enojo, y dijo que esa era su parada…

Espera, no te enojes, esta vez lo vi venir, como siempre la reacción es tan lenta como mi voz…se estaba parando, amague a pararme para ver si él se iba a parar o no. El hizo lo mismo pero finalmente se quedo sentado, como yo., me quedo aquí. Tocó el timbre, se abrieron las puertas, y se fue…todos los pasajeros lloraban y aplaudían, la única novela matinal que terminaba mal…un odio se despertó en mi por este insulso pasajero que me saco mi prometida y la echo a perder, Lucas era un idiota…

Se fue, Igual no me importaba. Dicen que la vieron con ese de la 25 de Mayo que supo andar despacio…daba igual. Nunca más la vi, Espero Que El Tampoco…»

Señas

•diciembre 21, 2007 • 11 comentarios

 

 

 

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«Estaba frente a ella, en la misma mesa. No estábamos solos pero nos daba igual… las señales eran inequívocas.

Bajaba su mirada al tiempo que dejaba que sus párpados la cubríesen, cerrando los ojos con indescriptible pasión…

Se mordía el labio inferior mientras su barbilla temblaba.

Entreabría sensualmente la boca para enseñarme la punta humeda de sus labios…

Torcía su boca hacia un lado, como indicándome que me levantara y me fuese a ella.

Me guiñaba, levantaba ambas cejas esperando alguna respuesta por mi parte…así que empecé a relamerme los labios; de mi boca se escapaban besos excitados y posé mi mano sobre sus piernas bajo la mesa…

Me echaron. Como excusa los muy envidiosos decían que jugaban al truco….si sí, truco… a mi me van a engañar…»